sábado, 18 de junio de 2011

Recuerdos desde la cocina, día del padre.

 A la derecha Miklos –Nicolás- mi papá. Izq su hermano mayor Joska (José)

Estoy tratando de hacer un esfuerzo por recordar a mi papá en la cocina de la casa. Francamente no hay caso. Vivimos en Santiago, Osorno y Puyehue, en ningún lugar de esos él cocinó. No era rareza, era lo que se estilaba en su época.

Era amante de la buena mesa; pero de cocinar… ni idea. Tan así que ni siquiera lo recuerdo haciendo asados, comparación que surge al recordar a varios papás de amigas o amigos que no cocinan y si son (o se las dan de) expertos en parrilleo. 

Pero como siempre debe haber una excepción,  una sola vez vi a mi papá prendiendo carbón para asar “mititaes”. Solo recordar ese sabor, me hace agua la boca. Casi diría que siento el olorcito particular (con harto ajo).

Ya conté en el  #bloguerazo  que hicimos  como homenaje el día de la madre, que mi papá era Transilvano de nacimiento.

Los  mititeis -con cariño mich- característicos de Rumania, son unos rollitos de carne molida muy condimentados; sobresale el ajo. En mi casa nadie sabía prepararlos, pero se comían frecuentemente en mi infancia gracias a la inolvidable “tía Eva” o Evy . Otra rumana que aterrizó con su familia en Santiago, gracias a quien conocí esta preparación deliciosa que era el deleite de mi papá.

Ella sin ser parienta, pasó a ser familiar. Como no, si venía del mismo pueblo que mi padre y se encontraron en una fiambrería en plena calle Providencia (fiambrería Praga que ya no existe, cuya dueña era Húngara). Evy resultó ser vecina de la familia de mi papá allá en Transilvania, y acá años después compartió su receta de mititeis con nosotros. Ustedes tendrán que buscarla en internet ya que en este instante estoy a kilómetros de mis recetarios.  Si quieren encontrar en Santiago, tendrán que esperar a fin de año y cruzar los dedos para que en el Bazar de las Damas Diplomáticas, se vuelvan a instalar los Rumanos.

La clave decía ella, era usar carne molida de cogote, harto ajo y otros condimentos; agregar algo de agua a la mezcla. Dejar reposar varias horas antes de poner a la parrilla.

 Mi viejo, Ernesto un primo de su papá que también llegó a Chile y mi tío, el último en venirse.

Mi viejo llegó Chile a los 17 solo, en barco buscando mejores horizontes y por lo que el contaba; en realidad fue porque no le tentaba nada la idea de hacer servicio militar rumano. Ya en ese entonces la zona había cambiado de manos.

Nunca contaba demasiado de su familia, o de su infancia. Había que pillarlo en momentos especiales para que largara algo.  Sé que desembarcó en Iquique, que su primer trabajo fue de nochero en alguna mina. Imposible que hiciera nada distinto, no hablaba palabra de castellano. Pero sus nociones básicas de latín y rumano, permitían que entendiera algo.

Después, se vino a Santiago y otro europeo le ofreció trabajar como vendedor viajero.  Así que recorrió Chile de punta a cabo, miles de veces. No dejaba de sorprenderme como conocía tanto pueblo chico, estaciones de tren, ciudades, ríos, lagos que a mí me eran difíciles de recordar en las pruebas de “geografía”. El aprendió en la práctica geografía, historia y costumbres chilenas. Además sus buenos garabatos (que parece es lo primero que aprenden los extranjeros). 

Así viajando y trabajando, no le quedó más que acostumbrarse a comer lo que le sirvieran y aplicaba el dicho “donde fueres haz lo que vieres” y come lo que te sirvan. 

 Cazuela, en Curicó Festival de caldillos y cazuelas Chef del Maule. Foto de Anabella 2011.

Y de tanto comer distinto, siendo bueno para las sopas; le agarró el gusto a cazuelas, pescados en caldillos. Le hacía rechupete a los guisos como el charquicán y otros. El pastel de choclo, con azúcar por favor!
 Mariscales en Mercado Coquimbo. Foto Anabella Mayo 2011.
Mariscos pocos, solo locos y camarones. En momentos de osadía extrema; pastel de jaibas. Del curanto solo las papas, carnes y longanizas. Empanadas si, de todas.

Me acuerdo de dos anécdotas graciosas, vinculadas a mi papá y la “cocina”. Una que ahora me parece criminal. Viviendo en Osorno, un camionero le trajo de regalo un cajoncito (java chica) de Ostras desde Angelmó, Puerto Montt. 

Nicolás (Miklosh) mi papá las anunció con tantas ganas. En casa en ese entonces en Osorno, se compró pan de molde en el “Rehnania”  y había mucha mantequilla de campo (creo no he vuelto a comer una tan rica (hecha en casa, en la Hacienda Gol Gol) donde él trabajó un tiempo.  

Todo listo y dispuesto, hartas tostadas y la mantequilla en la mesa. Mi papá aparece con tres ostras… las probamos con jugo de limón. Supongo debe haber sido un sabor nuevo para mí. No es eso lo que me marcó, sino que luego de intentos varios de seguir abriendo ostras, con mucho esfuerzo y probando distinto “instrumental”, decretó que estaban malas

El cajón entero a la basura, no fue capaz de reconocer que se le fueron en collera (no sabía abrirlas). Atroz!!!

 Ostras en Angelmó. Marisa de chile http://static.panoramio.com/photos/original/63406.jpg

La segunda historia, ocurrió cuando nos quedamos solos unos meses. Mi mamá viajó a Hungría a visitar a mis abuelos maternos,  a mí me dejaron interna ese tiempo. Mi papá “me sacaba” los fines de semana. Menos mal, o hubiera perecido de inanición.  Mi padre no sabía cocinar… tan así que ahora recuerdo muerta de risa; que un sábado al almuerzo decidió que intentaría hacer algo de comida. Generalmente almorzábamos y cenábamos en el Gran Hotel, restaurantes o Círculo Español de Osorno, lo mejor era donde “Don Otto”, en plena plaza.

Su primera y última incursión a cargo de hacer la comida en casa, empezó con una sopa en sobre. No sé si recién salían al mercado o era que mi mamá dejó unas compradas para emergencia, porque no recuerdo haberlas probado antes. La puso en la olla, con el liquido indicado, revolvió al fuego y apenas hirvió la sirvió.  Uf, la sopa más mala de mi vida. Estaba cruda, no leyó las instrucciones donde decía deje hervir xx minutos.

Sin saber cocinar, Nicolás era de gustos exquisitos para la comida, de esos mañosos. Era capaz de mandar de vuelta un plato en un restaurante y esperar que llegara en su punto.  Tenía una mezcolanza de gustos.
Algo que no perdonaba era, que junto al desayuno con harto pan con mantequilla, fiambre, queso siempre tenía que haber algo dulce. Unas galletas, algún queque o pastel.  

Como mi mamá era seca para la pastelería, se lucía con sus recetas húngaras y europeas en general. Algo que recuerdo especialmente, sobre todo cuando salíamos a pescar al alba con mi papá, eran infaltables unas galletitas que se guardaban semanas en un frasco. Mientras más días estuvieran guardaditas en el frasco, más rica se ponía la galletita. Aquí va su receta. Pruébenla, les encantarán los pogacsa (se leería pógacha).
 pogacsa.jpg   de http://makoforum.hu/viewtopic.php?f=17&t=148

Edes vayas pogacsa (traducción literal, dulce mantequilloso pogacsa)
Receta textual, del cuaderno de mi mamá.

200 gr mantequilla se juntan con 600 gr harina, una pizca de sal, 3 cucharadas de azúcar en polvo. 1 a 2 cucharadas de rhon. Crema más o menos 1/8.
Se junta todo y se forma una masa, se estira al grosor de ½ dedo. Se forman los pogacsa del tamaño deseado. (ella usaba una copita chica)
Se hacen cortes  así # , como una rejilla. Se pinta con yema y se ponen a horno caliente.


Feliz día a los papas, les deseamos l@s bloguer@s agrupad@s en http://buscadorderecetaschilenas.blogspot.com/

Este fin de semana visite bloguerazo por los papás acá En curso: Celebrando el día del Padre 2011